miércoles, 26 de octubre de 2011

MUERTE Y NACIMIENTO DE UNA GRAN POETA, NARCISA CASTRO


LAUREANO ALBÁN
laureanoalbanr@yahoo.es

Las dicotomías son fatales: vida y muerte, luz y sombra, amor y odio, etc., son los procaces extremos de sí mismos. Entre los opuestos nos desgarramos todos... No hay salida. Quizá la anhelada iluminación sea la que supere vivencialmente los opuestos; pero, entonces, ¿qué quedaría de este mundo si la realidad vive en los claroscuros y en sus contradicciones? Quizá quedaría la poesía, reina sustancial del oxímoron y de la matización interminable.

Narcisa Castro personificó esas auténticas contradicciones, que son la vida misma: murió el viernes 19 de agosto a las 4 de la madrugada, sola, en un hospital, a los 31 años, después de una vida de dolor y vejaciones sufridas desde niña, con diabetes juvenil, con un devorador cáncer mortal, y madre de un niñito de casi 7 años, desde el doloroso laberinto del amor y del desamor.

Narcisa escribió numerosos y magníficos libros, como Los cantos de Lilith, gran obra testimonial del drama de la mujer como madre y amante, sin superficialismos de género, basado en la mítica figura de la paradójica Lilith. Este libro la convierte en una de las más grandes poetas –de cualquier país– que yo haya leído.

Hay grandes poetas que se consubstancian dramáticamente con la dicotomía ontológica del vivir; generalmente fracasan en lo personal, pero triunfan en lo transpersonal: Vallejo, Kavafis, Lorca, Eunice, Jiménez Huete, Narcisa Castro...

Espejos de todas las sombras y de todas las luces, viven y acaban quebrándose, como es menester; pero no generalicemos. También hay grandes poetas “felices”: Neruda, Juan Ramón, Perse, Whitman. No es que no fueran supraconscientes de las dicotomías, ni menos hiperestésicos ante ellas, sino que fueron mejores administradores de sus propias contradicciones.

Por ejemplo, los ingenuos aseguran que Vallejo es un poeta más auténtico que Neruda. No es cierto; simplemente, Neruda se administraba mejor, y Vallejo fue la víctima quizá involuntaria de sí mismo.
Hay una anécdota, poco conocida, que relató Max Jiménez Huete: se encontró en París a César Vallejo hambriento y lo invitó a un café, y este le contestó: “Max, no me alborotes el hambre”. Probablemente Neruda hubiera aceptado la invitación del rico poeta cafetalero y, ya con el hambre “alborotada”, hubiera logrado un “bon vino” y quizá algo más...

Narcisa tenía muchos parecidos con Eunice Odio: marginada, frágil, bella y acosada por los buitres del machismo. Tenía sobre todo genio, mucho genio creativo; no se lo perdonaron, y fue “ninguneada”, como Eunice, por la mediocracia promedio de la coetaneidad literaria.

Sólo se puede resistir creando y creando y creando hacia la excelencia. Esto hizo Narcisa: avasallada por su durísima biografía personal, creó muchos y magníficos libros, casi todos aún inéditos y sólo unos pocos publicados en sufridas ediciones marginales y artesanales.
El mejor de ellos quizá sea Los cantos de Lilith, publicado en una edición personal casi clandestina, que yo tuve la complicidad de prologarle para el posterior silencio... Solamente hay breves destellos históricos o kármicos en los que la oscura complicidad de la mediocridad mayoritaria se rompe durante la vida de un gran creador.

¡Con qué maestría Narcisa combina la curva dramática, los valores creativos y la eufonía versal, con una conmovedora confesionalidad catártica, propia de una gran poesía. Escuchémosla en “Tu hijo te mira”:

“Yo lo imagino corriendo por la casa, / deambulando por los nudos / de todas mis heridas, / queriendo soltarlas una a una. / ['] con la misma mirada triste / con la que vos mirás a tu padre, / con la que yo miro al mío, / con la que yo te miro a vos, / sabiéndome menos que la última urgencia / en los puños del destino, / en las estrellas insolentes de tus manos, / de tus manos sucias / incorregiblemente por la ausencia”.

Quizá un tanto, quizá sí, quizá acaso Narcisa comparta con Vallejo la “insurrección solitaria” de la poca magnífica poesía que logra fundir el drama personal con el drama cósmico. Difícilmente, alguna editorial cultural publicará la ingente y maravillosa obra inédita de Narcisa. Mientras tanto, como sentenció Rubén Darío: “Hacia Belén la caravana pasa...”.

Como afirma Beto Cañas, presidente imprescindible de la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, y una de las últimas trincheras válidas –junto con la UCR– de la poesía en nuestro país: “La gradería de sol se ha metido a la cancha”. Por esto ya no publicamos “goles literarios”.

Como vemos, después de sufrir irremediablemente su destino de herida que canta, Narcisa Castro está naciendo con la lentitud de los grandes nacimientos.
Quisiera que mi poema dedicado a ella, desde mi “dolorido sentir”, sea parte de esta nueva acta de nacimiento de una gran poeta aún en el exilio mediático –como sucedió con Eunice Odio– en su propio país.

POEMA A NARCISA CASTRO

Pocas muertes serán tan interminables
como la tuya.
Has muerto sentenciada por la vida.
Todo el polvo esperaba que cayera
tu sombra de poeta sin orillas.
Luchaste contra todas las sentencias:
La del canto diciendo tus heridas,
el ser mujer y amar lo inevitable,
el hijo que subió de tus cenizas,
y el poema que Dios escribió en tu dolor
eternamente.
Menuda de silencios como el viento,
con un rictus de niña acongojada,
y luchando contra las invencibles lejanías del hombre...
Y al fin llegó la tersa, temida transparencia,
y te arrastró hacia el fondo de ti misma
con un golpe de muerte sin raíces.
Ahora todo acabó, ¡ay!, pero todo empieza
en tus torvos poemas que al fin serán tu vida
más allá del dolor que aquí culmina.

Obra Poética de Narcisa Castro: (Libros publicados e inéditos) El eterno silencio de mis nostalgias (Editorial Guayacán, 2000). Testigos del fuego (Editorial Guayacán, 2001). La última hora de la distancia (EUCR). Los cantos de Lilith (Ediciones del Movimiento Literario Trascendentalista, Círculo de Poetas Costarricenses). De fantasmas y otras ausencias. De dioses y otras equivocaciones. Todavía es el olvido. Borrador de azahares. Tormenta donde ya no estarás. Las estaciones del amante.
LAS CIUDADES DEL INSOMNIO
Narcisa Castro Arguedas
Tomá esta sonrisa
de mis soledades,
la lumbre suelta en el poema
y los cantos vencidos
inexplicablemente
en estas aceras desnudas
de la mañana,
que desnuda estoy
respondiendo las perezosas
preguntas de la noche.
Sí, amaneciendo
en tu apacible sombra
de pan y poesía.
Tomá este gesto
ceñido en todas las costumbres
del fuego,de la lluvia
y de tantos y tantos mares
que se nos escapan.
Hoy parto mordida de abandonos,
descalza,
así desarropada
en todas las ciudades del insomnio.
Vení a beberte la lluvia,
todos los domingos amarrados
en mis azares
y no me veás desde ahí
donde el pecado es tan solo
otro augurio
y mi sonrisa el austero
milagro
de todos los abrazos.

sábado, 25 de junio de 2011

VERSOS A BLOCK.


En Moscú, las cúpulas en llamas.
En Moscú, ya tañen las campanas.
Los sepulcros están aquí, en hilera,
y allí duermen los zares, las zarinas.

Tú no sabes aún que en el alba del Kremlin
se respira mejor que en cualquier otro sitio.
Tú no sabes que en el alba del Kremlin
yo te rezo hasta el alba.

Tú pasas sobre el Neva
y yo sobre el Moscova,
cabizbaja.
Se duermen las farolas.

Te quiero en el insomnio.
Te escucho en el insomnio.
Mientras que por el Kremlin
despiertan campaneros.

Mi río con tu río,
mi mano con tu mano
se ignoran. Cariño mío, alegría
hasta que el alba alcance a la siguiente.

http://amediavoz.com/tsvetaieva.htm

MARINA TSVETÁIEVA.


Poeta rusa nacida en Moscú en 1892. Hija de un profesor especializado en Bellas Artes, estudió en Moscú y en la Sorbona y vivió muchos años en el extranjero. Es considerada como una de las figuras más relevantes de la literatura rusa del siglo XX. Fue una mujer de pasiones categóricas, voluntariosa y resuelta, que arrancó bruscamente de su corazón todo aquello que la había desilusionado y no podía ya aceptar. Toda la vida sintió por Pasternak un conmovedor afecto, a pesar de estar casada con un oficial del ejército zarista. Emigró al extranjero en 1920 y regresó a Rusia en vísperas de la guerra contra el fascismo hitleriano, al que había maldecido en sus versos cuando se hallaba todavía en la emigración. Entre sus obras se destacan "Poemas de juventud" 1915 y "Poemas de Moscú" 1916. Fue desterrada a la aldea de Elábuga, donde falleció el 31 de agosto de 1941.

lunes, 23 de mayo de 2011

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?


Gonzalo Rojas

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

MATERIA DE TESTAMENTO.


GONZALO ROJAS (1917-2011). Nació en Lebu, Chile, 1917. Poesía de deslumbramientos e interrogaciones. Habla desde un espacio desamparado, indagando con voz desnuda y fracturada. El discurso es insuficiente ante su propia demanda intransigente; se enfrenta armado de sílabas y silabeos. Cuestiona los órdenes del discurso y busca en los límites del lenguaje poético. Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Fue profesor de Estética Literaria y jefe del departamento de Castellano en la Universidad de Concepción. Profesor en la Universidad de Utha, Estados Unidos. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, que reunieron a los escritores más destacados de la literatura latinoamericana. Fue diplomático en China y Cuba. Ejerció la docencia en Alemania Oriental y Venezuela. Ha recibido numerosos premios internacionales: Premio Reina Sofía de España, Octavio Paz de México y José Hernández de Argentina, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992. Invitado permanente a Encuentros de escritores y Ferias del libro de diversos países. Junto a Nicanor Parra, Gonzalo Rojas ocupa importante lugar entre los poetas vivos de la literatura chilena. Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y se le estudia en diversas naciones. Libros de Poesía: La miseria del hombre (1948); Contra la muerte (1964); Oscuro (1977); Transtierro (1978); Críptico y otros poemas (1980); Del relámpago (1981); 50 poemas (1980); La furia (1983); Dos desnudos (1985); El Alumbrado (1986); Antología del aire (1986); El alumbrado y otros poemas (1987); Antología personal (1988); Materia de testamento (1988); Desocupado lector (1990); Zumbido (1991); Cinco visiones (1991); Las hermosas poesías del amor (1992); Carta a Huidobro y morbo y aura del mal (1994); Tres poemas (1996); Río Turbio (1996); Pacto en Teillier (1996).

LA MISERIA DEL HOMBRE (Valparaíso: Imprenta Roma, 1948)
La mayoría de los poemas fueron escritos entre los meses de mayo y diciembre de 1946, en el puerto de Valparaíso. El libro está organizado en cuatro secciones que contienen un total de 41 poemas. Lilia Dapaz señala: "...recolección de fragmentos que refleja la imagen de un mundo quebrado. Aunque usa palabras concretas, es poesía visionaria que surge de la duda fundamental de la realidad y de la división artificial entre mente y cuerpo (...) La ruptura de la realidad se corresponde con la ruptura del lenguaje." Versos que fluyen intentando descifrar el mundo desde la fragmentación y desde la asfixia, semilla que germinará a lo largo de todo su ejercicio poético.

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA? (Santiago-Chile: DIBAM, 2001)
Edición de lujo realizada por la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, estos poemas eróticos (cuarenta y uno, en total, contenidos -además- en un disco compacto) están atravesados por el certero "ojocíclope" de Mariana Matthews y de Claudio Bertoni quienes a través de desnudos femeninos y fragmentos de ellos artísticamente trabajados, se suman a la significancia que exhalan estos textos poéticos : "Mi poesía es aire: hay que leerla respirantemente, echar a Píndaro por la nariz de modo que entre centelleante en la endolinfa de la oreja, pero es ojo a la vez. Ojo de ver y de transver, las cámaras lo saben." Además, la presentación a cargo del poeta tiene como trasfondo las correntosas aguas del río Renegado, razón por la cual este libro es un supersigno donde se combinan las imágenes, los sonidos de las aguas río abajo, la voz profunda del autor leyendo sus poemas que invade al "lector-oyente" con toda la sensualidad de sus versos fulgurantes.

Gonzalo Rojas. Materia de testamento. Madrid, Hiperión, 1988.
Un libro, un único libro es la obra de G.R. O, al menos, así quiere que la veamos el autor. En efecto, desde Oscuro (publicado en la década de los setentas en Monte Ávila Editores de Venezuela) esta obra viene en aumento y en cada entrega G.R. se las ingenia para hacernos caer en su circularidad. Nuevos poemas proyectan al presente antiguas entregas y, del mismo modo, antiguos poemas imponen un efecto de cristalización a los nuevos libros.

¿Por qué? ¿Cuál es el efecto buscado por el poeta? ¿Se trata de una anulación del tiempo creativo o de decretar que en una obra todo es lo mismo? Personalmente creo que se trata de la valoración que hace Rojas de la tradición. El momento estético que vivimos actualmente es una verdadera pugna por lograr un entronque con alguna idea de la tradición. A mayor conciencia crítica del artista corresponde una mayor problematización respecto a esa cuestión. Mientras algunos se empeñan en repetir modelos, crear "climas" y emprender un regreso acrítico a formas que nada dicen funcionalmente, otros, los menos pero mejores, tratan de valorar críticamente las posibilidades de diálogo con el pasado estético.

Los resultados de esa lucha no se dejan ver claramente todavía. Dentro de la poesía latinoamericana es patente una recaída en formulaciones clásicas, en un intento -vano a mi modo de ver- de búsqueda de una estabilidad frente al caos estético imperante. Se regresa entonces a una poesía de contenido por el contenido mismo, olvidando que el poema es una máquina esencialmente material, donde el contenido es producido por la forma y nunca le es anterior. Se regresa también a los grandes temas patentados por una manera retórica de ver el significado poético (la trascendencia está nuevamente a la orden del día), olvidando la lección de insignificancia temática que ha dado lo mejor del poema moderno. En otras palabras, frente a un presente que se manifiesta en forma caótica, se busca la consolación del pasado, sea este el que sea. Así, al contrario de un encuentro con el pasado lo que se produce es un verdadero choque, con la consecuente pérdida de valoración crítica. Por el contrario, una mirada crítica al pasado encontraría seguramente un eje dialógico muy claro: el de los fundadores de la concretud, el de la tradición de constructores del lenguaje, el de los hacedores. En ese eje, que en la poesía latinoamericana del siglo encuentra su momento de esplendor con los maestros herederos de la vanguardia (Lezama Lima, Octavio Paz, entre los más notables) se sitúa G.R. El diálogo con la tradición, para estos poetas que heredan en cierta forma la mirada sincrónica de la poesía, la mirada actualizante de un "aquí" poético, es un problema moral. Se trata de una ética vitalista en la medida en que el compromiso con el pasado es hacerlo y verlo de nuevo a la luz de su funcionalidad presente. Así, paralelo al trabajo de hacedor, de creador de lenguaje, corre el trabajo de ser hablados por la tradición, de ser atravesados por otras voces que, con igual vitalidad que las voces presentes, demandan un lugar aquí. En este sentido es ejemplar el caso de Lezama Lima y su diálogo siamés con Luis de Góngora. El caso de G.R. es igualmente ejemplar. Desde muy temprano en su poesía, G.R. se ha encadenado a una tradición poética y no la suelta. Esa tradición -esos nombres y esas voces vivas- funcionan emblemáticamente, son talismanes que operan para neutralizar aquello que el poeta ve como sinónimo de pérdida o de desgaste de lo humano, de lo vital o de lo poético mismo. En vez de huir hacia el pasado buscando aquel lugar íntimo que lo consuele, Rojas atrae ese pasado a este ahora, a través de nombres con los que entra fácilmente en sincronía, porque son nombres -o poéticas- con las que es posible dialogar formalmente. El arcipreste de Hita, San Juan de la Cruz, Agustín de Hipona, Santa Teresa, Rimbaud y muchos más son convocados para hacer acto de presencia en sus textos con el fin e ordenar un poco este caos. A veces son nombres pero a veces también pueden ser palabras, puede ser el lenguaje mismo que adquiere una sobrepresencia:

Ya no se dice oh rosa, ni
apenas rosa sino con vergüenza; ¿con vergüenza
a qué?, ¿a exagerar
unos pétalos, la
hermosura de unos pétalos?
Serpiente se dice en todas las lenguas, eso
es lo que se dice, serpiente
para traducir mariposa porque también la
frágil está proscrita
del paraíso. Computador
se dice con soltura en las fiestas, computador
por pensamiento.

La apelación a un lenguaje que ha decaído del uso no está practicada desde la nostalgia sino desde la ironía, elemento corrosivo que señala la banalidad, la frivolidad y la imbecilidad de la época en que vivimos. Pero la mirada al pasado no es nostálgica, en esencia, porque la forma poética que elige Rojas no lo es. G.R. ha flexibilizado de tal manera la matriz de su escritura que todo tipo de discurso cabe allí. Lenguaje objeto, metalenguaje, exclamaciones e interrogaciones: todas las conversaciones son posibles dentro de esa estructura que obliga a una lectura en zig-zag, a una lectura de sintaxis quebrada donde menos se esperaba, porque su base es la respiración y la respiración es personal. En vez de cerrar, G.R. abre. Y abre porque sabe que solamente en una estructura abierta -una estructura casi sin estructura- pueden dialogar todas las voces presentes y puede hablar también la tradición. Ese airear el espacio de sus textos es posibilitar la presentificación de otras voces y otros ámbitos para que todos hablen, los vivos y los muertos en pie de igualdad. Porque no se trata más que de eso.

Eduardo Milán, Revista Vuelta, 13, Nº152, 1989.

jueves, 31 de marzo de 2011

PENSAMIENTO DE OTOÑO.

Rubén Darío


Huye el año a su término
Como arroyo que pasa,
Llevando del poniente
Luz fugitiva y pálida.
Y así como el del pájaro
Que triste tiende el ala,
El vuelo del recuerdo
Que al espacio se lanza
Languidece en lo inmenso
Del azul por do vaga.
Huye el año a su término
Como arroyo que pasa.

Un algo de alma aún yerra
Por los cálices muertos
De las tardes volúbiles
Y los rosales trémulos.
Y, de luces lejanas
Al hondo firmamento,
En alas del perfume
Aún se remonta un sueño.
Un algo de alma aún yerra
Por los cálices muertos.

Canción de despedida
Fingen las fuentes túrbidas.
Si te place, amor mío,
Volvamos a la ruta
Que allá en la primavera
Ambos, las manos juntas,
Seguimos, embriagados
De amor y de ternura,
Por los gratos senderos
Do sus ramas columpian
Olientes avenidas
Que las flores perfuman.
Canción de despedida
Fingen las fuentes turbias.

Un cántico de amores
Brota mi pecho ardiente
Que eterno abril fecundo
De juventud florece.
¡Qué mueran, en buen hora,
Los bellos días! Llegue
Otra vez el invierno;
Renazca áspero y fuerte.
Del viento entre el quejido,
Cual mágico himno alegre,
Un cántico de amores
Brota mi pecho ardiente.

Un cántico de amores
A tu sacra beldad,
¡Mujer, eterno estío,
Primavera inmortal!
Hermana del ígneo astro
Que por la inmensidad
En toda estación vierte
Fecundo, sin cesar,
De su luz esplendente
El dorado raudal.
Un cántico de amores
A tu sacra beldad,
¡Mujer, eterno estío
Primavera inmortal!


Publicado por primera vez por “La Epoca” de Santiago de Chile el 15 de Febrero de 1887.

Este poema se publicó en la primera edición del libro "Azul", en Valparaíso, Chile por la Imprenta y Litografía Excélsior que terminó de imprimir el libro el 30 de julio de 1888.