viernes, 7 de septiembre de 2012

POEMA DE CHARLES PÉGUY: LA PEQUEÑA ESPERANZA




Yo soy, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.

La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.

Yo soy, dice Dios, el Maestro de las Virtudes.

La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.

Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es la que se estira por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se extiende por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que todas las mañanas nos da los buenos días.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es un soldado, es un capitán que defiende una fortaleza.
Una ciudad del rey,
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
La Caridad es un médico, una hermanita de los pobres,
Que cuida a los enfermos, que cuida a los heridos,
A los pobres del rey,
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
Pero mi pequeña esperanza es
la que saluda al pobre y al huérfano.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es una iglesia, una catedral enraizada en el suelo de Francia.
La Caridad es un hospital, un sanatorio que recoge todas las desgracias del mundo.
Pero sin esperanza, todo eso no sería más que un cementerio.

Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que vela por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que vela por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se acuesta todas las noches
y se levanta todas las mañanas
y duerme realmente tranquila.

Yo soy, dice Dios, el Señor de esa Virtud.

Mi pequeña esperanza
es la que se duerme todas las noches,
en su cama de niña, después de rezar sus oraciones,
y la que todas las mañanas se despierta
y se levanta y reza sus oraciones con una mirada nueva.

Yo soy, dice Dios, Señor de las Tres Virtudes.

La Fe es un gran árbol, un roble arraigado en el corazón de Francia.
Y bajo las alas de ese árbol, la Caridad,
mi hija la Caridad ampara todos los infortunios del mundo.
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril.

 

POEMA DE CHARLES PÉGUY: LA MUERTE NO ES NADA


La muerte no es nada.

Simplemente pasé a la habitación de al lado.

Yo soy yo, ustedes son ustedes.

Lo que fui para ustedes lo seguiré siendo siempre.

Llámenme con el nombre con que siempre me llamaron.

Háblenme como lo hicieron siempre, no cambien el tono de voz.

No se pongan solemnes ni tristes.

Sigan riéndose de lo que juntos nos reíamos.

Recen, sonrían, recuérdenme…

Que mi nombre sea pronunciado en casa como lo fue siempre,

sin ningún énfasis, ni asombro de sombra.

La vida significa todo lo que siempre fue.

El hilo se cortó.

¿Por qué estar ausente de sus pensamientos?

¿Sólo porque no me ven?

No estoy lejos… estoy sólo al otro lado del camino.
Verán, todo está bien.

POEMA DE CHARLES PÉGUY: DICHOSOS LOS QUE HAN MUERTO


Dichosos los que han muerto por la tierra carnal, 
con tal que ello haya sido en una justa guerra.
Dichosos los que han muerto por su trozo de tierra, 
dichosos los que han muerto de una muerte triunfal.
Dichoso los que han muerto en batallas campales, 
tendidos en la tierra, de cara contra el cielo.
Dichosos los que han muerto en un excelso anhelo
 entre toda la pompa de grandes funerales.
Dichosos los que han muerto por ciudades carnales,
 pues ellas son el cuerpo de la ciudad de Dios.
Dichosos los que han muerto por su hogar

y por los  pobres honores de las causas paternales,
 pues ellas son la imagen y son el primer lazo,
 y ensayo  y cuerpo de la divina mansión.
Dichosos los que han muerto en ese estrecho abrazo,
 ese abrazo de honor y humana confesión,
 pues esta confesión de honor es la inicial
 y el ensayo primero de eterna confesión.
 Dichosos los que han muerto en esta destrucción,
 cumpliendo de ese modo su voto terrenal,
 pues este voto de la tierra es la inicial
 y el ensayo primero de una fidelidad.
Dichosos los que han muerto en forma tan triunfal  y

 con anta obediencia y con tanta humildad.
Dichosos los que han muerto, pues fueron reintegrados
 a la primera arcilla y a la primera tierra.
Dichosos los que han muerto en una justa guerra,
 dichosas las espigas y los trigos segados.