lunes, 23 de mayo de 2011

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?


Gonzalo Rojas

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

MATERIA DE TESTAMENTO.


GONZALO ROJAS (1917-2011). Nació en Lebu, Chile, 1917. Poesía de deslumbramientos e interrogaciones. Habla desde un espacio desamparado, indagando con voz desnuda y fracturada. El discurso es insuficiente ante su propia demanda intransigente; se enfrenta armado de sílabas y silabeos. Cuestiona los órdenes del discurso y busca en los límites del lenguaje poético. Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Fue profesor de Estética Literaria y jefe del departamento de Castellano en la Universidad de Concepción. Profesor en la Universidad de Utha, Estados Unidos. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, que reunieron a los escritores más destacados de la literatura latinoamericana. Fue diplomático en China y Cuba. Ejerció la docencia en Alemania Oriental y Venezuela. Ha recibido numerosos premios internacionales: Premio Reina Sofía de España, Octavio Paz de México y José Hernández de Argentina, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992. Invitado permanente a Encuentros de escritores y Ferias del libro de diversos países. Junto a Nicanor Parra, Gonzalo Rojas ocupa importante lugar entre los poetas vivos de la literatura chilena. Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y se le estudia en diversas naciones. Libros de Poesía: La miseria del hombre (1948); Contra la muerte (1964); Oscuro (1977); Transtierro (1978); Críptico y otros poemas (1980); Del relámpago (1981); 50 poemas (1980); La furia (1983); Dos desnudos (1985); El Alumbrado (1986); Antología del aire (1986); El alumbrado y otros poemas (1987); Antología personal (1988); Materia de testamento (1988); Desocupado lector (1990); Zumbido (1991); Cinco visiones (1991); Las hermosas poesías del amor (1992); Carta a Huidobro y morbo y aura del mal (1994); Tres poemas (1996); Río Turbio (1996); Pacto en Teillier (1996).

LA MISERIA DEL HOMBRE (Valparaíso: Imprenta Roma, 1948)
La mayoría de los poemas fueron escritos entre los meses de mayo y diciembre de 1946, en el puerto de Valparaíso. El libro está organizado en cuatro secciones que contienen un total de 41 poemas. Lilia Dapaz señala: "...recolección de fragmentos que refleja la imagen de un mundo quebrado. Aunque usa palabras concretas, es poesía visionaria que surge de la duda fundamental de la realidad y de la división artificial entre mente y cuerpo (...) La ruptura de la realidad se corresponde con la ruptura del lenguaje." Versos que fluyen intentando descifrar el mundo desde la fragmentación y desde la asfixia, semilla que germinará a lo largo de todo su ejercicio poético.

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA? (Santiago-Chile: DIBAM, 2001)
Edición de lujo realizada por la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, estos poemas eróticos (cuarenta y uno, en total, contenidos -además- en un disco compacto) están atravesados por el certero "ojocíclope" de Mariana Matthews y de Claudio Bertoni quienes a través de desnudos femeninos y fragmentos de ellos artísticamente trabajados, se suman a la significancia que exhalan estos textos poéticos : "Mi poesía es aire: hay que leerla respirantemente, echar a Píndaro por la nariz de modo que entre centelleante en la endolinfa de la oreja, pero es ojo a la vez. Ojo de ver y de transver, las cámaras lo saben." Además, la presentación a cargo del poeta tiene como trasfondo las correntosas aguas del río Renegado, razón por la cual este libro es un supersigno donde se combinan las imágenes, los sonidos de las aguas río abajo, la voz profunda del autor leyendo sus poemas que invade al "lector-oyente" con toda la sensualidad de sus versos fulgurantes.

Gonzalo Rojas. Materia de testamento. Madrid, Hiperión, 1988.
Un libro, un único libro es la obra de G.R. O, al menos, así quiere que la veamos el autor. En efecto, desde Oscuro (publicado en la década de los setentas en Monte Ávila Editores de Venezuela) esta obra viene en aumento y en cada entrega G.R. se las ingenia para hacernos caer en su circularidad. Nuevos poemas proyectan al presente antiguas entregas y, del mismo modo, antiguos poemas imponen un efecto de cristalización a los nuevos libros.

¿Por qué? ¿Cuál es el efecto buscado por el poeta? ¿Se trata de una anulación del tiempo creativo o de decretar que en una obra todo es lo mismo? Personalmente creo que se trata de la valoración que hace Rojas de la tradición. El momento estético que vivimos actualmente es una verdadera pugna por lograr un entronque con alguna idea de la tradición. A mayor conciencia crítica del artista corresponde una mayor problematización respecto a esa cuestión. Mientras algunos se empeñan en repetir modelos, crear "climas" y emprender un regreso acrítico a formas que nada dicen funcionalmente, otros, los menos pero mejores, tratan de valorar críticamente las posibilidades de diálogo con el pasado estético.

Los resultados de esa lucha no se dejan ver claramente todavía. Dentro de la poesía latinoamericana es patente una recaída en formulaciones clásicas, en un intento -vano a mi modo de ver- de búsqueda de una estabilidad frente al caos estético imperante. Se regresa entonces a una poesía de contenido por el contenido mismo, olvidando que el poema es una máquina esencialmente material, donde el contenido es producido por la forma y nunca le es anterior. Se regresa también a los grandes temas patentados por una manera retórica de ver el significado poético (la trascendencia está nuevamente a la orden del día), olvidando la lección de insignificancia temática que ha dado lo mejor del poema moderno. En otras palabras, frente a un presente que se manifiesta en forma caótica, se busca la consolación del pasado, sea este el que sea. Así, al contrario de un encuentro con el pasado lo que se produce es un verdadero choque, con la consecuente pérdida de valoración crítica. Por el contrario, una mirada crítica al pasado encontraría seguramente un eje dialógico muy claro: el de los fundadores de la concretud, el de la tradición de constructores del lenguaje, el de los hacedores. En ese eje, que en la poesía latinoamericana del siglo encuentra su momento de esplendor con los maestros herederos de la vanguardia (Lezama Lima, Octavio Paz, entre los más notables) se sitúa G.R. El diálogo con la tradición, para estos poetas que heredan en cierta forma la mirada sincrónica de la poesía, la mirada actualizante de un "aquí" poético, es un problema moral. Se trata de una ética vitalista en la medida en que el compromiso con el pasado es hacerlo y verlo de nuevo a la luz de su funcionalidad presente. Así, paralelo al trabajo de hacedor, de creador de lenguaje, corre el trabajo de ser hablados por la tradición, de ser atravesados por otras voces que, con igual vitalidad que las voces presentes, demandan un lugar aquí. En este sentido es ejemplar el caso de Lezama Lima y su diálogo siamés con Luis de Góngora. El caso de G.R. es igualmente ejemplar. Desde muy temprano en su poesía, G.R. se ha encadenado a una tradición poética y no la suelta. Esa tradición -esos nombres y esas voces vivas- funcionan emblemáticamente, son talismanes que operan para neutralizar aquello que el poeta ve como sinónimo de pérdida o de desgaste de lo humano, de lo vital o de lo poético mismo. En vez de huir hacia el pasado buscando aquel lugar íntimo que lo consuele, Rojas atrae ese pasado a este ahora, a través de nombres con los que entra fácilmente en sincronía, porque son nombres -o poéticas- con las que es posible dialogar formalmente. El arcipreste de Hita, San Juan de la Cruz, Agustín de Hipona, Santa Teresa, Rimbaud y muchos más son convocados para hacer acto de presencia en sus textos con el fin e ordenar un poco este caos. A veces son nombres pero a veces también pueden ser palabras, puede ser el lenguaje mismo que adquiere una sobrepresencia:

Ya no se dice oh rosa, ni
apenas rosa sino con vergüenza; ¿con vergüenza
a qué?, ¿a exagerar
unos pétalos, la
hermosura de unos pétalos?
Serpiente se dice en todas las lenguas, eso
es lo que se dice, serpiente
para traducir mariposa porque también la
frágil está proscrita
del paraíso. Computador
se dice con soltura en las fiestas, computador
por pensamiento.

La apelación a un lenguaje que ha decaído del uso no está practicada desde la nostalgia sino desde la ironía, elemento corrosivo que señala la banalidad, la frivolidad y la imbecilidad de la época en que vivimos. Pero la mirada al pasado no es nostálgica, en esencia, porque la forma poética que elige Rojas no lo es. G.R. ha flexibilizado de tal manera la matriz de su escritura que todo tipo de discurso cabe allí. Lenguaje objeto, metalenguaje, exclamaciones e interrogaciones: todas las conversaciones son posibles dentro de esa estructura que obliga a una lectura en zig-zag, a una lectura de sintaxis quebrada donde menos se esperaba, porque su base es la respiración y la respiración es personal. En vez de cerrar, G.R. abre. Y abre porque sabe que solamente en una estructura abierta -una estructura casi sin estructura- pueden dialogar todas las voces presentes y puede hablar también la tradición. Ese airear el espacio de sus textos es posibilitar la presentificación de otras voces y otros ámbitos para que todos hablen, los vivos y los muertos en pie de igualdad. Porque no se trata más que de eso.

Eduardo Milán, Revista Vuelta, 13, Nº152, 1989.